Pelicula tres anuncios a las afueras
Premio globo de oro por…
En otoño de 2003, una fuerte tormenta arrasó las ruinas de Teotihuacán, la metrópolis preazteca repleta de pirámides situada a 50 kilómetros al noreste de la actual Ciudad de México. Las excavaciones se llenaron de agua; un torrente de barro y escombros pasó por delante de las hileras de puestos de venta de recuerdos en la entrada principal. El suelo del patio central de la ciudad se agrietó y se rompió. Una mañana, Sergio Gómez, arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, llegó al trabajo y descubrió que se había abierto un socavón de casi un metro de ancho al pie de una gran pirámide conocida como el Templo de la Serpiente Emplumada, en el cuadrante sureste de Teotihuacán.
Gómez es enjuto y pequeño, con pómulos pronunciados, dedos manchados de nicotina y un casco de denso pelo negro que le añade un par de centímetros a su altura. Ha pasado las últimas tres décadas -casi toda su carrera profesional- trabajando en Teotihuacán y sus alrededores, que antaño, hace mucho tiempo, sirvió de centro cosmopolita del mundo mesoamericano. Le gusta decir que hay pocos seres humanos vivos que conozcan el lugar tan íntimamente como él.
Sam rockwell
TLALNEPANTLA, México – Una sección de la montaña en las afueras de la Ciudad de México cedió el viernes, arrojando rocas del tamaño de pequeñas casas en un barrio densamente poblado y dejando al menos una persona muerta y otras 10 desaparecidas.
Mientras los rescatistas subían a la inmensa pila de escombros, de vez en cuando levantaban sus puños en el aire, la conocida señal de silencio para escuchar a las personas atrapadas abajo. Los bomberos y los voluntarios formaron brigadas de cubos para pasar contenedores de 5 galones de escombros más pequeños mientras excavaban.
«En este momento nuestra prioridad se centra en el rescate de las personas que lamentablemente fueron sorprendidas en el lugar del siniestro», dijo el alcalde de Tlalnepantla, Raciel Pérez Cruz, en un mensaje de video. Las autoridades habían evacuado las viviendas aledañas y pidieron a la gente que evitara la zona para que los rescatistas pudieran trabajar.
Entre los voluntarios estaban el trabajador de la construcción Martín Carmona, de 30 años, y su hijo de 14 años. «Nos organizaron en una cadena para sacar cubos de arena, piedra y escombros», dijo Carmona. «Un compañero de trabajo vive allí. Tiene una esposa y dos hijos pequeños bajo los escombros».
Caleb landry jones
El hecho de que las películas distópicas se hayan convertido en un género propio habla de nuestros temores sobre el futuro. A medida que los regímenes opresivos de todo el mundo recurren a la tecnología para controlar a su población -y vemos cómo nuestro propio gobierno mete a los niños en jaulas y erosiona las libertades que durante tanto tiempo hemos dado por sentadas-, vislumbramos las aterradoras posibilidades de hacia dónde podemos dirigirnos. Es natural que exploremos esos escenarios hipotéticos en el cine, algo que llevamos haciendo al menos desde 1932, cuando Fritz Lang dio vida a Metrópolis.
No hay que confundirlas con las películas postapocalípticas (aunque ambas pueden solaparse), las películas distópicas tratan de una amenaza decididamente humana por parte de quienes tienen el control. Las sociedades distópicas están marcadas por el sufrimiento masivo y la gran injusticia, y no siempre tenemos que buscar en la ficción para ver ejemplos. Para nuestro propósito, nos hemos centrado en la Tierra, eliminando las películas en las que la amenaza proviene de otro planeta. También hemos eliminado las películas postapocalípticas en las que la sociedad no ha sido reconstruida hasta el punto de tener un gobierno que funcione. Eso ha dejado una franja aún muy amplia de cine a considerar, desde miradas de ciencia ficción hacia el futuro lejano hasta historias de advertencia de un mundo mucho más reconocible en nuestro presente o incluso pasado. Puede que no se trate de escapismo, pero como demuestra el creciente número de películas, novelas y series de televisión distópicas, nos siguen cautivando las historias de sociedades que van mal y la lucha de los individuos por superarse.
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La forma en que se retratan las ciudades revela y da forma a las percepciones públicas de la ciudad. Para los jóvenes, en particular, los medios de comunicación informan y difunden las imágenes más elementales de la ciudad y la sociedad que la habita.
Los medios de comunicación pueden ser una importante herramienta didáctica, a menudo la única disponible para gran parte de la población. Pero, cada vez más, los medios de comunicación social y de radiodifusión pretenden entretener al público. ¿Cómo influyen estas representaciones mediáticas en nuestra forma de pensar y sentir la ciudad?
La mayoría de los análisis sobre el papel de los medios de comunicación adoptan un enfoque ciudad por ciudad, en lugar de basarse en paradigmas teóricos. Por el contrario, analizamos cómo tres paradigmas de la teoría urbana -el posmodernismo, la sostenibilidad y la política- se traducen en películas, series y anuncios de televisión.
Largometrajes como Blade Runner y su secuela, Blade Runner 2049, pintan una ciudad en la que la realidad virtual y los ciberpunks, conocidos como replicantes, se han apoderado de la humanidad. La ciudad de Blade Runner es una versión más oscura y futurista de la ciudad de Los Ángeles representada por Mike Davis.
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