Las meninas de velázquez
Saturno devorando a su hijo
Las Meninas, un vertiginoso acertijo retiniano, juega al tira y afloja con nuestra mente. Por un lado, las líneas de perspectiva del lienzo convergen en un punto de fuga dentro de la puerta abierta, arrastrando nuestra mirada a través de la obra. Por otro lado, el resplandor del espejo hace que nuestra atención vuelva a salir del cuadro para reflexionar sobre la posición plausible de los espectros reales cuyos vagos rostros rondan la obra. Nos vemos constantemente arrastrados dentro y fuera del cuadro, ya que el aquí y ahora de la cámara sombría representada por Velázquez se convierte en una dimensión extrañamente elástica que es a la vez transitoria y eterna, un reino a la vez palpablemente real y mistificamente imaginario.
La guardia nocturna
Ha llegado al héroe de su visita, el supremo Diego Velázquez, el más alto pintor del 1600 y posiblemente de todo el arte español. Sus cuadros se exponen en el centro de la primera planta del museo, y están dispuestos en orden cronológico. Los cuadros cuentan la historia de su biografía: sus inicios en Sevilla, su pasión por el realismo de Caravaggio, su traslado a Madrid, el primer viaje a Italia con su ilimitada admiración por Tiziano, su trabajo para el rey Felipe IV y su familia, su segundo viaje a Roma y sus posteriores trabajos para la corte de Madrid.
Entre todas ellas destaca Las Meninas, que es la joya más preciada del Prado. Esta obra maestra data de la etapa final de la carrera de Velásquez, cuando regresó a Madrid como pintor de la corte tras su segundo viaje a Italia.
La escena está ambientada en un ala del Palacio Real que el rey Felipe IV había cedido al pintor como estudio. Representa a las damas de honor junto a la infanta Margarita, de pie en un salón de palacio con adornos que Velázquez ha reproducido en el cuadro. La niña tiene cinco años y está vestida como una muñeca; es claramente el centro y el motor de la escena.
La rendición de breda
Las Meninas es un cuadro de 1656, conservado en el Museo del Prado de Madrid, obra de Diego Velázquez, el principal artista del Siglo de Oro español. Su compleja y enigmática composición plantea cuestiones sobre la realidad y la ilusión, y crea una relación incierta entre el espectador y las figuras representadas. Debido a estas complejidades, Las Meninas ha sido una de las obras más analizadas de la pintura occidental.
Según F. J. Sánchez Cantón, el cuadro representa la cámara principal del Alcázar Real de Madrid durante el reinado del rey Felipe IV de España, y presenta varias figuras, la mayoría identificables de la corte española, captadas, según algunos comentaristas, en un momento concreto como si se tratara de una instantánea[b][2] Algunas miran fuera del lienzo hacia el espectador, mientras que otras interactúan entre sí. La infanta Margarita Teresa, de 5 años, está rodeada por su séquito de damas de honor, carabina, guardaespaldas, dos enanos y un perro. Justo detrás de ellos, Velázquez se retrata trabajando en un gran lienzo. Velázquez mira hacia fuera, más allá del espacio pictórico, hacia donde se situaría un espectador del cuadro[3] En el fondo hay un espejo que refleja la parte superior de los cuerpos del rey y la reina. Parecen estar situados fuera del espacio pictórico en una posición similar a la del espectador, aunque algunos estudiosos han especulado que su imagen es un reflejo del cuadro en el que Velázquez aparece trabajando.
Retrato de sebastián de morra
Pintura al óleo sobre lienzo, ‘Las meninas’ (Las Siervas de la Infanta Margarita en la Casa de Felipe IV) (según Velázquez) de Juan Bautista Martínez del Mazo (Beteta provincia de Cuenca c.1612 – Madrid 1667), entre 1656, fecha del original, y 1667 cuando Mazo murió.
Puede parecer perverso, con toda la riqueza de pinturas en las casas del National Trust para elegir, mostrar una copia [expuesta en la National Gallery, Londres, 1995]. Sin embargo, el original no sólo es uno de los cuadros más sublimes pero enigmáticos del mundo – «La teología de la pintura», como lo llamó memorablemente Luca Giordano-, un cuadro que nunca se ha expuesto, ni se expondrá, fuera de su España natal, sino que esta reducción del mismo tiene un interés considerable y cualidades propias. La presencia de esta copia en esta exposición -aunque se trata más de un homenaje que de una copia, con sus propias características de boceto, y, por este hecho, se compró creyendo que era el boceto original de Velázquez para el cuadro que ahora se encuentra en el Prado- servirá también para recordar el importante papel que desempeñaron las copias en las colecciones en el pasado.
Más historias
Decorar con césped artificial: un estilo innovador para mentes creativas
Hacer manualidades contribuye al bienestar
Ideas para amueblar un cuarto juvenil