julio 5, 2024

Polvo sera mas polvo enamorado

No es más que un problema atticus

Rhina P. Espaillat, de origen dominicano, ha publicado diez libros completos y tres libros de bolsillo, que incluyen poesía, ensayos y relatos cortos, tanto en inglés como en su español nativo, y traducciones premiadas del y al español. Su obra aparece en numerosas revistas, sitios web y antologías, y ha recibido premios nacionales e internacionales.
Sus publicaciones más recientes son dos poemarios en inglés titulados Playing at Stillness y Her Place in These Designs, así como un libro de traducciones al español titulado Oscura fruta/Dark Berries: Cuarenta y dos poemas de Richard Wilbur, y un libro de traducciones al español titulado Algo hay que no es amigo de los muros/Something There Is that Doesn’t Love a Wall: Cuarenta poemas de Robert Frost, ambos disponibles en Amazon.com.
Espaillat es miembro fundador de dos prósperos grupos de poesía que imparten talleres y patrocinan lecturas de poesía: los Fresh Meadows Poets de Queens (Nueva York), donde vivió con su difunto marido, el escultor Alfred Moskowitz, durante muchos años, y los Powow River Poets de Newburyport (Massachusetts), donde vive desde 1990.

Análisis del amor constante más allá de la muerte

Es una calamidad para los adictos a la limpieza y, sobre todo, para los alérgicos: el polvo nos hace perder el tiempo intentando limpiarlo, y nos desespera superarlo, aunque cuidemos mucho nuestro hogar. Para combatirlo más eficazmente, ¿por qué no empezamos por saber de dónde viene y cómo funciona?
Viviendas, oficinas, fábricas, vehículos: el polvo está en todas partes. Es el contaminante más visible en nuestros interiores. Compuesto por una sutil mezcla de fibras textiles o de papel, polen, cabellos, células muertas de la piel humana, fragmentos de insectos, hongos microscópicos, mohos, residuos alimentarios y otros contaminantes, es sobre todo el producto de los seres vivos, ¡los principales causantes del polvo!
Según el tamaño de sus partículas (de 20 a 200 micras), el polvo se deposita en los suelos y objetos, debajo de los muebles y las camas, formando conejitos de polvo, aglutinándose alrededor de elementos cargados de electricidad estática -el pelo, por ejemplo-, atrayéndolos como imanes. Los restos más finos son lo suficientemente ligeros como para quedar suspendidos en el aire, transportados por las corrientes de aire o atraídos por la electricidad del techo. Basta una corriente de aire o una dispersión debida al movimiento (un objeto que se mueve, el paso de una persona) para que el polvo se desplace y se extienda por todas partes.

Cerrar podrá mis ojos la postrera

Pocas cosas en la vida son tan inevitables como el polvo. Desde el cosmos hasta la encimera de la cocina se arremolina a nuestro alrededor, mezclando micropartículas minerales, vegetales y animales. Contiene de todo, desde restos de asteroides eónicos hasta restos de decenas de miles de sustancias químicas actuales: fragmentos de pelo de camello, cenizas de volcanes lejanos, escamas de piel humana, esporas de hongos del bosque, migas de arena del Sáhara, motas de sal marina, pesticidas, trozos de goma de neumáticos.
El polvo -que por definición mide menos de 63 micras, en comparación con un cabello humano medio, de 100 micras de grosor- se produce en cantidades masivas. Según Hannah Holmes, autora de La vida secreta del polvo, usted habrá inhalado unas 150.000 partículas en el tiempo que le ha llevado leer este par de párrafos. Y eso si vive en una zona limpia del planeta; en climas más sucios es probable que haya inhalado más de un millón.
Alrededor de un tercio de su exposición diaria al polvo procede de su nube personal, que no es un fenómeno meteorológico, sino una descripción del penacho de polvo único que nos acompaña a cada uno. Como explica Holmes, nuestras nubes personales son las que hacen que nuestras casas huelan a hogar.

Polvo si hay que poema palabras

«Hace algunos años, fui uno de los 100 hombres a los que Amnistía Internacional pidió que seleccionara un poema que me hiciera llorar (a ese libro le siguió otro en el que 100 mujeres ofrecieron sus propias preferencias). El soneto que elegí fue escrito por Francisco de Quevedo en el siglo XVII y me pareció una forma de expresar el amor que sentía, más allá de la muerte, por mi esposa Angélica.
He vuelto a menudo a estos versos, y más hoy, cuando una peste hace estragos y una muerte prematura se lleva a demasiados de nuestros congéneres en este planeta. El hecho de que, junto a la fina traducción al inglés, incluya el español, nos permite sentir compasión hacia las multitudes de nuestros hermanos extranjeros que sufren esta pandemia en una lengua que quizá no entendemos, pero que comparten con nosotros la necesidad del consuelo de un poema que declara que la muerte puede venir a por nosotros, pero no puede impedirnos ser cenizas en el amor.»
«Czeslaw Milosz es alguien cuya obra tengo en excepcional estima. Su experiencia, a menudo desgarradora, de la historia europea del siglo XX confiere a su voz una gravedad muy adecuada a nuestro momento actual».